Cap. 55 Y hacer feliz a alguien solo con existir.

POV Lucas

Desperté entre el mecer de las olas sobre la arena virgen de la mañana. La luz del alba iluminaba tenuemente  las paredes de robusta piedra que nos protegían.
Una sonrisa me recorrió el rostro al recordar la pasada noche, precediendo un intenso hormigueo por todo el cuerpo. La sonrisa y la excitación crecieron aún más cuando aspiré el seductor y sensual olor a frutas exóticas característico de su pelo.
Ella estaba acurrucada entre mis brazos, totalmente dormida, apoyada en mi pecho. Una fina sábana blanca, que había traído en la cesta, tapaba nuestros cuerpos nudos y los resguardaba de la suave brisa de la mañana. Me sentí feliz. Feliz como hace mucho que no me había sentido. Pensé que era el hombre más afortunado y dichoso del mundo.
La estreché aún más entre mis brazos.
Anoche había pasado, sin lugar a dudas, la mejor noche de mi vida. No pensé que llegáramos tan lejos en la primera cita, pero había sido maravilloso. No me arrepentía, ni pensarlo. No cambiaría absolutamente ni un solo detalle de esa noche.
Los graznidos de las madrugadoras gaviotas que comenzaban con la pesca de la mañana se intercalaban en mis pensamientos.
Intentando no despertarla, la desenredé en entre mis brazos y me levanté para alcanzar mi móvil. Miré la hora. Aún era pronto y hoy ni siquiera tenía que ir a trabajar. No tenía ninguna llamada perdida. 
Me volví a tumbar, esta vez a su lado. Ella dormía plácidamente de costado, respirando profundamente. No pude evitar ver como su pecho se elevaba ligeramente con cada respiración. ¿Qué tenía esta mujer que todo lo que hacía conseguía excitarme?
Me quedé ahí, sin respiración, mirándola. Saboreando el dulce aroma a vainilla que desprendía su piel. Maravillándome con su belleza, con sus facciones para mí perfectas. El tiempo tan solo había mejorado su aspecto. Había acentuado notablemente sus curvas y le había dado a toda ella un aspecto más maduro, e incluso más sexy. No podía imaginar nada mejor.
En ese momento, me di cuenta. Al principio me asustó un poco, pero en cuanto miré de nuevo en su rostro, todos mis miedos se desvanecieron como una pompa de jabón. Me di cuenta de que esa era la mujer con la que quería pasar toda mi vida. Quería despertarme todas las mañanas y tenerla a mi lado, sabiendo que hago feliz a alguien solo con existir. Quería traerle el desayuno todas las mañanas mientras le susurraba al oído los buenos días. Quería hacerle el amor todas las noches de mi vida. Quería decirle lo mucho que la quería hasta el último de mis días. Simplemente no quería malgastar un segundo de mi tiempo sin tenerla junto a mí. Ya habíamos desperdiciado demasiado tiempo.
En ese instante, sus ojos grandes y brillantes se abrieron y pestañeó intermitentemente. Miró a su alrededor, fijó su vista en mí y sonrió. Una sonrisa que podría haber iluminado todo el continente.

-          Buenos días, princesa.

Sus ojos, a pocos centímetros de los míos, destellaban una calidez y una felicidad contagiosa.

-          Así que… no ha sido un sueño, ¿no? – dijo ella sin dejar de sonreír.

Simplemente me acerqué a ella y la besé, deslizándome entre aquellos embaucadores labios rosados. Cuando finalmente nos permitimos volver a respirar tranquilamente, ella, apoyada en mi hombro, me susurró:

-          Quédate a mi lado para siempre – fue casi un gemido –. No me dejes ir jamás.

Le besé la frente dulcemente.

-          Prométemelo – dijo alzando los ojos hacía los míos.

-          Te lo prometo.

Durante unos segundos, de nuevo, solo se escuchaban los graznidos de las gaviotas. De vez en cuando, a ninguno nos desagradaba el silencio. Ambos sabíamos disfrutarlo y valorarlo, pese a que mucha gente no lo lograba ni jamás lo haría.

-          Te quiero.

El corazón me dio un vuelco. Hacía tres años que no escuchaba esas palabras escabulléndose de sus cautivadores labios. Hacía tres años que no me sentía así. Hacía tres años que no era completamente feliz.

-          Yo también – contesté cuando recuperé el habla –. Anoche…

-          Anoche fue la mejor noche de mi vida – me interrumpió.

Ella se puso encima de mí y comenzó a besarme. Bajó poco a poco por mi mandíbula hasta comenzar a besarme el cuello. La excitación era irrefrenable. Mostró una sonrisa traviesa en cuanto notó la reacción de mi cuerpo.
Me puse encima de ella y ahora era yo el que relamía su cuello. Ella soltó un leve gemido mientras bajaba a sus pechos.
Volvía a tenerla entre mis brazos, haciéndola mía y solo mía.


Me levanté a la cesta y saqué un par de manzanas que sobraron de anoche.

-          ¿Quieres una?

Ella asintió y se la lancé a las manos. En cuanto la devoramos, comenzamos a vestirnos. Tan solo llevábamos la ropa interior cuando no pude evitar la tentación.

Corrí hacia ella y de un limpio alzamiento la cargué sobre mi hombro.

-          ¡Ah! ¡Lucas!

Me encantaban esos grititos agudos suyos. Agarré fuerte sus piernas y corrí hacía la orilla de la playa.

-          ¡Lucas! – gritaba ella debatiéndose entre la risa y el fingido enfado –. ¡Al agua no! ¡Bájame!

-          Vamos, solo un bañito para despejarse. Ahora el agua seguro que está muy buena.

Sumergí mis pies en el agua fresca de las olas de la orilla. Ella pataleaba sobre mi pecho intentando evitar lo inevitable. El agua me llegaba por las rodillas y ella no dejaba de debatirse entre los grititos y la risa incontenible.

-          ¿Preparada?

-          ¡No! ¡No! ¡Lucas!

-          Lo tomaré como un sí.

Tras esas palabras nos sumergí a ambos bajo las frías pero agradables aguas matutinas del Pacífico. Sacamos las cabezas de nuevo a la superficie, ella con la boca abierta.

-          Te odio – sentenció.

La estreché junto a mí, mientras sus piernas rodeaban mi cintura, permitiendo que nuestras lenguas se entrelazaran de nuevo.

Después de un ligero chapuzón corrimos de nuevo al refugio. Sara cogió la manta para resguardarse de la fresca brisa. Me acerqué para abrazarla y entrar en calor.

-          ¿Mejor?

-          Mucho mejor. Lucas… Sabes que de esto no se puede enterar absolutamente nadie, ¿verdad? – la miré con cara de desgano –. Lo siento, pero es muy importante.

-          Está bien – se detectó el resentimiento en mi voz.

-           A todo esto, ¿sabes que me esperan en dos horas en un estudio?

-          Con eso quieres decir que será mejor que empecemos a vestirnos, ¿no?

-          Quería decir que continuáramos vistiéndonos, porque es lo que intentaba hacer antes de que alguien me tirara al agua… – su sonrisa burlona se iluminó.

Se separó de mí y se dirigió hacia su ropa. La imité mientras observaba cada uno de sus grátiles movimientos.

-          Además, gracias a ese alguien, ahora tengo la ropa interior empapada.

-          Pues ves sin ella. Más de uno disfrutaremos más – ahora me pertenecía a mí la sonrisa burlona –.

Como respuesta, me lanzó su sujetador empapado a la cara.

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Queridísimas grandes personitas que leen,
Lamento el pequeño retraso (lo siento, lo siento, lo siento), no estaba en mis planes. Ojalá os haya gustado muchísimo el capítulo, creo que ya sabéis cuánto me encanta a mí escribirlo.
Espero publicar muy pronto porque yo misma que he quedado con ganas de más... Así que, con un poco de vuestra ayudita (vuestros valiosísimos comentarios y me gusta) quizás el siguiente capítulo podría estar muy pronto.
Bueno, de verdad, gracias por todo el apoyo. Cada palabras que me escribís es... como un sueño para mí. Gracias por hacerme soñar y darme fuerzas.
Vuestra mayor fan,

Oh, ¡premio! Muchísimas gracias a Cristina.

Reglas:
Mencionar siete cosas que te gusten:

(¿Solo 7? ¿Puedo decir el mundo? :D)
1. Escuchar música todo el tiempo y de todo tipo (sobre todo metal jiji).
2. Leer, leer y leer.
3. Salir con mis amigos, y cada momento con ellos.
4. Escribir, desesperadamente.
5. Las tormentas de verano, los días lluviosos y los soleados (oh sí).
6. Cantar todo el tiempo cualquier canción que se me pegue.
7. Sonreír y reírme a carcajadas incluso de mis propias comunes locuras. Ser quien soy.

Nominar 10 blogs: 
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