2 de noviembre de 2012

¡Sorpresa!

Queridísimas grandes personitas que leen,
Dije que os lo diría pronto y aquí estoy. Espero que no me hayáis olvidado ya. Creo que os debo esto. Os debo el no dejar de escribir, os debo la oportunidad de continuar soñando. Así que os voy a presentar mi nuevo blog, mi nueva historia. Estoy muy emocionada porque a mí me encanta y estoy disfrutando mucho escribiéndola. Me muero por saber qué os parece, así que aquí está:




Es tal mi emoción que he puesto una foto mía y todo para comenzar. ¡Espero tu comentario allí si quieres que suba el primer capítulo!Muchas gracias por todo.
Sara L.


bajouncielodediamantes.blogspot.com

13 de octubre de 2012

Epílogo.


Unos pequeños pies descalzos correteaban entre los cochecitos de carreras esparcidos por todo el jardín como delicadas gotitas de rocío sobre la tierra húmeda del alba. Tenía los ojos vivos color esmeralda de su abuelo y los labios carnosos de su abuela. La observaron huyendo entre carcajadas de su vigoroso hermano con el lazo del vestido deshecho mientras los mechones de pelo caían en sus rosadas mejillas. Por otro lado, los gemelos ya se habían convertido en dos hombrecitos hechos y derechos y la mayor de los nietos, preciosa e inteligente, acaba de entrar en la universidad. Las pestañas de la pequeñita de la familia revoloteaban mientras soñaba en su carro color rosa pastel.  Las tres parejas adultas reían animadamente mientras tomaban algunas cervezas y relataban sonrientes las proezas de sus hijos.
Sara y Lucas  se habían escabullido unos instantes y observaban con añoranza y gratitud desde el porche de la casa. Se sentían orgullosos de cada uno de ellos.
Aún podían recordar con claridad el día en que descubrieron que Sara estaba embarazada de David, su primer hijo. Lo recibieron con tanta ilusión que ella estuvo llorando durante una semana entera mientras él la abrazaba y le besaba la frente. Sara también recordaba claramente como las rodillas de su marido se aflojaron y sus ojos se humedecieron cuando cogió por primera vez a su única hija, Adriana. Y Lucas aún sonreía al recordar las discusiones que tuvieron para escoger el nombre de su tercer y último hijo, Alejandro.
Eran pequeños grandes momentos, partes únicas de su vida, que nunca olvidarían.
Lucas rodeó con el brazo la cintura de su mujer y la pegó todo lo posible a su cuerpo mientras se limitaban a observar y recordar. Ninguno de los dos hubiera cambiado un solo instante del pasado que compartieron juntos. Ni siquiera los más difíciles, tristes o amargos. Formaba parte de su vida y eran los que los habían llevado hasta allí y los que habían hecho que los lazos entre ellos resultaran inquebrantables.
Porque aunque parezca loco o absurdo, es posible. Entre tanta hostilidad y escepticismo y desesperanza que van cegando tantas almas, a veces, y solo a veces, dos corazones logran ser lo suficientemente humildes, valientes, vehementes y verdaderos como para lanzarse al vacío y fundirse en uno. Para siempre.

-          ¿Recuerdas cuando ninguno de ellos existía? ¿El día que me planté en tu puerta con una guitarra a pesar de la lluvia y te pedí que te casaras conmigo porque quería pasar toda mi vida a tu lado?

La voz de su esposo había cambiado. Ahora era más ronca y más grave pero persistía ese cariz intenso y sentimental que le daba a cada sílaba que pronunciaba. Y que enloquecía a su mujer.

-          Recuerdo cada simple palabra de tus votos, las lágrimas de mis padres y… tu mirada.

Ella elevó el rostro lo suficiente como para poder perderse en los sobrenaturales ojos de él y continuó hablando.

-          Todavía, cada mañana cuando me despierto y te miro... Todavía me miras con la misma mirada.

Y es que cuando uno de ellos ponía sus ojos sobre el otro no veían sus cabellos ahora blanquecinos como el marfil, ni su piel arrugada y marcada por los años, ni esos anteojos odiosos que se habían visto obligados a llevar. Ellos tan solo veían a esa persona de la que se enamoraron hace 70 años y de la que se enamoraban de nuevo con cada amanecer.

-          Y pensar que un día te pedí que te alejaras de mí…














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Un 13 me ha parecido el día perfecto para cerrar algo tan precioso. ¿No os ha parecido precioso? Y no hablo sobre mi historia, hablo sobre vosotras. Sobre cómo me habéis hecho sentir. No dejéis de entrar en el blog de vez en cuando, porque os tengo una sorpresa relacionada con mi próximo proyecto que espero enseñaros pronto. Pero antes, esto lo empecé a escribir hace unos meses e intenta resumir todo lo que quiero deciros:
 
 
A veces tengo miedo. Tengo miedo de que llegue un momento en el que todo esto me parezca absurdo. No quiero que esto pase como un irreal sueño. No quiero que de aquí 10 años, eche la vista atrás y piense “Oh, sueños de adolescente…”. No quiero que eso pase. ¡Me niego! Y estoy asustada por ello. Me asusta que llegue un momento en el que abandone mi mayor pasión porque tendré que “enfrentarme a la vida real”, como dicen muchos por ahí. Oh, vamos… ¿vida real? Mi vida es escribir. Y es real. Sé que puede ser difícil, que puede que ahí afuera hayan muchas personas con mi mismo sueño y más oportunidades. Pero, ¿por qué no voy a poder conseguirlo yo? ¿Dónde está eso de “puedes conseguir todo lo que te propongas”? Pues yo quiero ser escritora. Y no es que lo haya decidido ahora, lo sé prácticamente desde que era una niña con un par de coletitas rizadas. ¿Para qué están los sueños si no son para hacerse realidad? ¿Por qué cuándo la gente llega a una edad tira la toalla y deja de creer en sus sueños? Yo no quiero que eso me pase. Y me da mucho miedo.
Por eso, desde aquí quiero prometeros a todas vosotras, personas espectadoras y "disfrutadoras" de mi pasión, que
lucharé por llegar a ser lo que de verdad quiero ser. Que voy a luchar por mi sueño.
Y por favor, solo os pido que en este largo y duro camino no me dejéis sola. Os necesito. Completamente. Y no os imagináis lo increíble que es el hecho de que cada vez que me sienta deprimida pueda leer un comentario vuestro, el que sea, y volver a sonreír y a sentirme la más afortunada del mundo. Necesito vuestras palabras, vuestros ánimos, vuestro cariño y vuestra fuerza. Sois mi aliento cuando pierdo toda esperanza y no quiero perderos nunca. ¿Sabéis cuántas lágrimas y sonrisas os debo? Ni os imagináis cuantísimo significa cada letra que me escribís y cómo me alegra que disfrutaráis con las mías.
Gracias por haberme hecho sentir en las nubes, acariciando mi sueño. Gracias por estar siempre ahí, por creer en mí, por hacerme sentir la chica más feliz del universo.

Y que esto no es una despedida. No es un adiós. Es un gracias y hasta luego.
Os deseo lo mejor.



Sara L


14 de septiembre de 2012

Cap. 67 A veces, es para siempre.

POV Lucas
El hecho de que fuera Lunes y cayera un sol de justicia sobre la ciudad no ayudaba a mis ganas de hablar con Sean. Continuaba  molesto por su estúpido comportamiento, incluso sabiendo que el mío no había sido precisamente ejemplar. Pero, en cierto modo, extrañaba a mi amigo y debía solucionar las cosas. Vi su moto aparcada en la puerta del taller. Respiré profundamente.
-          Sean – dijo una vez me acerqué a él.
-          Buenos días – refunfuñó bruscamente.
Tan solo el fin de semana que había pasado con Sara me retenía para no cogerle ahora mismo de la camisa.
-          ¿Podemos hablar? – pregunté paciente.
Él alzó la cabeza, fijó sus ojos en mí y se alejó del automóvil que estaba tratando. Entramos al despacho de Otto al ver que tenía la puerta abierta y no había nadie dentro.
-          ¿Se puede saber qué te ha pasado? – espeté.
-          ¿Y a ti? ¡Me pegaste!
-          Llamaste a mi novia zorra y me faltaste al respeto. ¿Esperabas que te diera las gracias por ello?
-          ¡Estaba borracho, tío! ¡Te pasaste de la raya!
-          Lo sé y te pido perdón por ello. No debería haberlo hecho… Pero no logré controlarme cuando te pasaste de la raya.
Él se pasó una mano por el rostro y me miró fijamente con la mirada cansada.
-          Perdona, perdona. Actué como un gilipollas, lo admito.
Me fijé en lo abatido que parecía en ese momento y por un instante sentí que en estos días a su lado me había unido mucho a él. No me gustaba verlo así.
-          Creo que ahora deberíamos hablar de los motivos. Ya sabes, del hecho de que estés enamorado de mi novia – creo que era la primera vez que mis palabras sonaban tan serias ante Sean.
-          No estoy enamorado de ella.
-          Ya.
-          Te lo digo en serio. Han pasado 3 años, conseguí olvidarla. Pero no he olvidado cómo me sentí con ella y cuando apareció de nuevo… contigo… Es como si me hubieras quitado mi oportunidad con la única chica por la que había sentido algo de verdad. El alcohol lo magnificó todo. Pero ahora me doy cuenta de que mi oportunidad ya la tuve y no resultó bien. Y supongo que sin ti tampoco hubiera resultado bien.
Se me hacía realmente incómodo hablar de estas cosas con mi amigo y no sabía qué debía responder.
-          No te preocupes – continuó -. Solo estaba ilógicamente furioso. Pero ahora está todo bien y espero que la trates como merece y ella a ti. No debes preocuparte por nada.
-          ¿Estás seguro?
Él asintió.
-          Por si te sirve de algo - dije -, el labio deforme le da un punto interesante a esa cara horrible que tienes.
Automáticamente, él sonrió y nos abrazamos.
-          Para interesante, tu ceja amorfa. Ahora estarán muy ocupados mirándola y no se fijarán en tu cara de capullo.
Tenía a mi amigo de vuelta.


POV Sean
Era mi turno de ser responsable y solucionar todas las estupideces cometidas.
Llamé a Sara. Se lo debía.
Al principio pareció sorprendida de recibir mi llamada. Temí incluso que continuara enfadada y no quisiera solucionar nada. Sin embargo, aceptó cordialmente mi invitación para hablar esta tarde. Ella insistió en que nos reuniéramos en su casa y me dio su dirección. Me sentí un tanto intimidado con el encuentro pero pensar en mi conversación con Lucas me apaciguó. Verla había hecho que todas las emociones ya olvidadas que me había hecho sentir se amotinaran a flor de piel. Me había asustado. Pero ahora estaba mucho más seguro de mí mismo y sobre lo que debía hacer.
A la hora acordada me presenté en aquella gran casa de Beverly Hills y un señor de mediana edad me abrió la verja con un saludo. Sara vino a mi encuentro en cuanto aparqué mi moto. Sonrió al verme. Se acercó para darme un beso en la mejilla y me invitó a acompañarla al jardín trasero. Aquello era un pequeño pulmón en una enorme ciudad. Estaba lleno de árboles, enredaderas, arbustos y flores. Tomé una respiración profunda y me deleité con aquel aire puro.
-          Me encanta este lugar. Para mí es un lugar íntimo y precioso. Me hace sentir relajada y en armonía. Es como un santuario en esta gigante y loca ciudad.
-          Has hecho un gran trabajo con él.
-          En realidad, lo comenzó todo Abigail. La mayoría de la vegetación ya estaba aquí cuando llegué. Yo solo he colaborado en mantenerla y añadir algunas nuevas especies.
Hubo una pequeña pausa silenciosa.
-          Lo siento – dije de golpe girándome hacia ella.
No podía soportarlo más.
Ella suspiró.
-          ¿Por qué lo hiciste? – preguntó inclinando la cabeza y clavándome esos grandes ojos color avellana.
-          Me sentí… frustrado. No es que continúe enamorado de ti después de todo este tiempo, no es así. Simplemente no he podido olvidar nunca lo – meditó– mágico que fue lo nuestro y cuando apareciste con Lucas… Sentí como si él hubiera sido el causante de haber perdido aquello. Fue estúpido, lo sé. Y el alcohol no ayudó. También sé que no fue culpa de nadie lo ocurrido. Nadie controla esos sentimientos. Por eso quería pedirte perdón a ti también por todo lo que dije e hice. A veces soy demasiado impulsivo y no pienso las cosas detenidamente. Lo siento.
-          Está bien, Sean.
Esbozó una de sus medias dulces sonrisas y sentí un maldito cosquilleo.
-          ¿Puedo hacer una última cosa antes de dejar de cometer estupideces y empezar a ser razonable y buen amigo?
-          Depende.
Me acerqué lentamente a ella y con toda la suavidad y ternura del mundo tomé su delicado rostro entre mis manos. La miré a los ojos y la besé delicadamente. Posé mis labios sobre los suyos unos instantes saboreando el embriagador que concedía su boca. Me retiré con esa grata sensación y la esperanza de no haberla incomodado con aquello. Al abrir los ojos me topé con los suyos abriéndose confundidos. Pestañeó.
-          No… - comenzó.
-          Está bien – la interrumpí con una sonrisa melancólica -. Tan solo debía hacerlo una última vez para cerrar el capítulo. Sean es un gran chico. Estoy seguro de que os irá muy bien. Pero si alguna vez te hace daño dímelo y la daré una paliza. Esta vez sobrio – bromeé.
Ella dejó escapar una risita y salimos de aquel lugar.
-          Gracias por hablar conmigo – dijo con ella.
-          Gracias por dejar que hablara contigo.
-          Realmente necesitaba que se solucionara esto…
De repente la reja se abrió y apareció una preciosa y gritona chica corriendo con sandalias de plataforma.
-          ¡Sara!
Los exóticos ojos de ella parecieron desorbitarse cuando se paró en frente de nosotros.
-          Eh… Hola, Sean.
-          Hola, Leah – saludé risueño.
-          Sara, ¿por qué demonios no me coges el teléfono?
-          Lo siento - contestó ella -, me lo he dejado adentro.
-          ¡Es tu misión como mejor amiga llevarlo por si necesito ayuda y tienes que rescatarme! Mi coche no arranca, no hay nadie en mi casa y tengo que estar en 10 minutos en el centro de la ciudad. ¡Y tú no me coges el teléfono!
-          ¡Haber llamado a un taxi si tan desesperada estabas!
Leah puso mala cara y yo reí.
-          Si quieres puedo llevarte yo, Leah. Me voy ya.
-          Eh… ¡Vale! Me gusta tu moto. Pero como vayas demasiado rápido saltaré.
Solté una pequeña carcajada ante aquella excéntrica chica. Nunca antes me había fijado en lo profundo de sus ojos oscuros.
-          Me muero por ver eso.


POV Sara
Me sentí profundamente aliviada de haber solucionado todo el conflicto con Sean. Y me hizo más feliz incluso ver como se marchaba junto a Leah. Sentía como cada cosa en mi vida por fin se ponía en su sitio.
Lucas me había llevado a nuestra playa. Bueno, no era nuestra legalmente pero… qué demonios. Nos sentamos en la arena, yo entre sus piernas, mientras él abrazaba mi torso y apoyaba su barbilla en mi hombro. El sol anaranjado parecía derretirse y escabullirse entre aquel horizonte azul y el mar, sosegado, simulaba darle una suave despedida. Un par de gaviotas se pasearon a lo lejos sobre aquella manta añil y luego emprendieron juntas un viaje vertical y volaron lejos.
-          Quiero estar contigo para siempre. Hasta el fin de mis días.
Su voz me pareció la melodía más bella nunca estuchada en la faz de la tierra. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Tan solo con sus palabras me hacía estremecer. Sentí la humedad en mis ojos. No podía haber soñado jamás con alguien mejor para mí y tener la sensación de que tenía junto a mí a aquella persona que me haría toda la vida feliz me hacía sentir completa, afortunada y profundamente feliz.
-          Me encanta que me hagas sonreír en cuanto escucho tu voz –prosiguió -. Me encanta la forma en que me miras como si fuera la cosa más especial del mundo. Me encanta como sonríes al suelo cuando te hago un cumplido. Me encantan tus ojos ardientes cuando estás en mi cama. Me encanta que seas incapaz de pasar siquiera cinco minutos sin ponerte a cantar. Me encanta como te vuelves loca escuchando música y la forma salvaje y sensual en la que bailas. Me encanta la forma en la que siempre consigues hacer que todos los niños te adores. Me encanta la forma en que te pones histérica viendo fútbol. Me encanta el hecho de que discutas todo aquello en lo que no crees y tus malditos principios. Me encanta que no sea capaz de estar más de unas horas enfadado contigo. Me encanta despertar cada mañana junto a tu sonrisa. Me encanta que me hagas sentir bien y querer ser mejor persona. Así que, tan solo necesito que me prometas que nunca en esta vida te vas a ir de mi lado.
Nunca había escuchado la voz de Lucas tan emocionada como en aquel momento. Casi podía asegurar que estaba… llorando.
Con las lágrimas bañando mis mejillas giré mi rostro al del chico de mi vida y simplemente susurré antes de perderme en su boca:
-          Te amo, tonto.




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Queridísimas grandes personitas que leen,
¡Último cápítulo! Akjsdhasudnquiegnquieghjgaytdeygywet :') Hoy es mi cumpleaños (¡Sarita hace 16 por fin!) y quería concederos especialmente hoy este capítulo final. Cerraré toda la historia con el epílogo que espero que os encante. Tengo tantas cosas que deciros y agradeceros... Pero no lo diré ahora que si no tengo demasiada sensación de final y me pongo triste.
No, esta vez no diré nada más excepto que os adoro con toda el alma y espero que léáis y comentéis ya que es el mejor regalo de cumpleaños que alguien me podría hacer.
Asuidqwegqwieghiaqajsdhquieqw,

Sara.

5 de agosto de 2012

Cap.66 Mi perdición.

POV Sara
Me temblaban las manos cuando me situé al pie de aquel imponente edificio. El portero me saludó amistosamente y me obligué a mí misma a mover los pies del suelo. Tuve la sensación de vivir un enorme deja vu cuando me situé en aquel vestíbulo y entré a aquel ascensor pulsando la planta 14. De nuevo no estaba segura de lo que iba a decir cuando llegara a ese conocido apartamento. Pero sabía que debía hacerlo. Era lo correcto. Así que con paso decidido y manos sudorosas salí del cubículo y llamé al timbre de la puerta.
Vale, estaba nerviosa. Muy nerviosa. Por lo que podría encontrar y cómo podrían reaccionar ante mí. Me recordé a mí misma, cuatro años atrás, con la misma duda en la mirada y los nervios reconcomiéndome el estómago. Pero siempre había sido una testaruda, y el temor no me detendría.
Una mujer de mediana edad con delantal y rostro cansado pero vivos ojos grises me abrió la puerta. Su pelo rubio teñido me golpeó. Sus facciones se tornaron en un extraño matiz de sorpresa al verme y casi estaba rezando por ello cuando se tornaron en una sonrisa.
-          Por Dios, Sara…  - Dijo pasándome un brazo por los hombros para acercarme a ella y así abrazarme.
Me demoré en los brazos de Shannon. De verdad me alegraba de ver a esa mujer. Pude aspirar su aroma a galletas recién horneadas. Me liberó posando sus manos en mis hombros para observarme atentamente de arriba a abajo.
-          Estás muy mayor – suspiró – y cada vez más preciosa.
-          Muchas gracias, Shannon. Me alegro muchísimo de verte de nuevo.
-          Sí, ha pasado mucho tiempo, niña… ¿Y qué haces aquí? – preguntó como si lo acabara de recordar.
-          Tenía ganas de veros de nuevo y… necesito hablar con Sean.
Ella me examinó con su mirada penetrante y luego se echó a un lado de la puerta.
-          Claro. Pasa, cariño.
Entré en aquel espacioso apartamento del centro de Los Ángeles y aspiré de nuevo el aroma a galletas.
-          ¡Rod! – gritó Shannon –. ¿A qué no adivinas quién nos visita?
El padre de familia salió del salón con el periódico enrolladlo en una mano, la mirada curiosa y el cabello más canoso de lo que recordaba.
-          ¡Sara! – exclamó.
Se acercó hacia mí con su característica sonrisa amistosa y me estrechó también entre sus brazos.
Casi se me salió el corazón del pecho cuando me separé de él y vi a una niña pelirroja de unos siete años salir de la cocina con la cara manchada de harina y vistiendo un delantal diminuto. Estaba más mayor y más alta de lo que recordaba. Llevaba el pelo más largo y liso y ahora llevaba la raya en medio en lugar de aquella raya al lado zigzagueante que solía verle. Pero seguía teniendo ese rostro pálido e inocente y esos ojos traviesos.
-          Hola, pequeña – dije emocionada pero un tanto insegura.
La pequeña niña me escudriñó con su siempre curiosa mirada y frunció el ceño.
-          Me acuerdo de ti. Me acuerdo de que jugabas conmigo cuando era una niña pequeña. Ahora soy mayor, tengo 7 años y hago galletas – dijo April seria señalando su delantal –, pero me gustaban tus vasos de leche calentita, cómo me peinabas y tus canciones con la guitarra. Oh, espera…
La irremediablemente charlatana niña salió corriendo y los tres adultos nos miramos desconcertados. Pocos segundos después la pequeña pelirroja volvió a mi encuentro.
-          Mira.
¡Oh, Dios! No lo podía creer… Una lágrima de emoción estuvo a punto de desbordarse. Era mi muñeca, la que le di cuando me fui. No podía creer que aún la conservara y que se acordara de mí.
Sonreí mientras metía una mano en mi bolso y sacaba la que ella me regaló en mi 15 cumpleaños. 
Ella inmediatamente me lanzó una sonrisa y se acercó para darme uno de esos abrazos suyos que tanto extrañaba.
Los miré a todos y me arrepentí enormemente de no haber tenido valor suficiente de haber aparecido por allí antes.
-          ¿Has vuelto otra vez? ¿Podemos volver a ver La Bella y la Bestia?
¡Aquella niña tenía una memoria del demonio!
-          La última vez te quedaste dormida, preciosa. Pero solo vengo de visita, para comprobar que no te has olvidado de mí.
-          Y he superado la prueba, ¿verdad? – sonrió orgullosa.
Asentí acariciándole la mejilla.
-          ¿Entonces no volverás más? – inquirió de nuevo.
Era complicado dado que le había roto el corazón a su hermano…
-          Sí, aunque no sé cuándo. Ahora… digamos que no solo canto para ti. Canto para muchas personas.
-          ¡Ya lo sé! – dijo con un brillo de emoción en la mirada –. Te he visto en la tele. ¡Yo también quiero hacer eso de mayor!
Y comenzó a tararear uno de mis últimos singles haciéndome soltar una pequeña risotada.
-          ¿Qué te parece si me acompañas a mi próximo concierto?
La pequeña soltó un grito de emoción y levantó los brazos.
-          No tienes por qué molestarte, Sara. De verdad… – argumentó Rod.
-          No, no es molestia. Quiero hacerlo. De veras he echado de menos a este terremoto – dije limpiándole la harina de la barbilla.
-          ¿Quieres una galleta? – propuso la pelirrojita –. La bandeja que hicimos antes acaba de salir del horno.
-          ¿Galletas antes de comer?
-          Claro. Es un secreto mío y de mamá – dijo con los ojos muy abiertos –, pero es cuando más ricas están porque tienes mucha hambre.
-          Pues me encantaría. Pero, perdonad, tengo que hablar con Sean. ¿Está aquí?
-          Sí, está en su cuarto. Dudo que se haya levantado aún. Anoche volvió tarde a escondidas de nuevo… – dijo Shannon irritada.
Caminé sola por el pasillo y me fijé en aquella puerta del fondo a la izquierda que solía habitar. Sentí el impulso de entrar en ella y comprobar si continuaba como la recordaba, pero luego caí en la cuenta de que probablemente allí estaría Bethany… y las ganas desaparecieron ipso facto.
Me paré frente a la puerta anterior a ella. <> No me lo pensé dos veces y di un par de golpes antes de abrirla.
-          ¿Sean?
Un gran bulto en la cama pareció soltar algún inteligible gruñido ante mi intromisión.
Di un paso hacia él y divisé que tan solo vestía unos calzoncillos. Aparté la vista estúpidamente ruborizada.
-          ¡Sean, despierta!
Él se pasó una mano por la cara y alzó levemente la cabeza. Cuando vio quién era la intrusa se incorporó inmediatamente. Fue entonces cuando pude ver sus rasguños y su labio hinchado.
-          ¿Sara? – preguntó sacudiendo la cabeza.
-          Hola.
-          ¿Qué demonios haces aquí?
-          Necesitaba hablar contigo. Sobre, ya sabes… Lucas, yo, tú.
Él no dijo nada.
-           ¿Se puede saber qué le ha pasado a tu labio? – pregunté de golpe.
Él me miró extrañado.
-          ¿No te lo ha contado Lucas?
Negué con la cabeza.
-          No lo veo desde anoche. Hemos quedado para comer. ¿Lucas tiene algo que ver con esto?
-          No sé si será mejor que esto te lo cuente él.
-          No, Sean. Habla – mi tono sonó brusco y cortante.
-          Creo que puedes suponerlo por ti misma.
Di un paso atrás.
-          Dime que no es lo que pienso. Dime que no os habéis peleado.
Él simplemente clavó su mirada en la mía.
Salí de aquella habitación sin decirle nada más rabiosa y con los puños apretados. Me topé con Rod en mi camino hacia la puerta.
-          Debo irme inmediatamente, Rod. Llamaré pronto. Lo siento.
Cuando llegué a casa de Lucas estaba enfurecida. Llamé al timbre y comencé a dar golpes violentos e impacientes a su puerta. Cuando esta se abrió apareció un Lucas sin camiseta. ¡Para qué quieren camisetas si no se las ponen! No tenía el aspecto devastador de Sean, pero vislumbré el corte de su ceja.
Me crucé de brazos. Si las miradas mataran, él estaría a tres metros bajo tierra.
-          ¿En serio, Lucas? – espeté malhumorada.
-          ¿Qué te pasa? – preguntó desconcertado.
-          ¡Te has peleado con Sean! – grité.
Él me empujó suavemente dentro del inmueble y se giró a afrontar mi mirada asesina.
-          ¿Has hablado con Sean?
-          Sí. Ha sido genial enterarme por él – mi expresión sarcástica lo exasperó.
-          Pensaba contártelo cuando quedáramos para comer. No sé qué te habrá dicho él pero…
-          ¡No me ha dicho nada! ¿Pero qué hay qué decir? ¡Dios! ¡Os habéis pegado como dos estúpidos niños!
La rabia me desbordaba mientras lo señalaba con el dedo.
-          ¡Lo siento, joder! Fue después de que te dejara en casa de Leah.  Fui a buscarlo, él estaba borracho y comenzó a provocarme…
-          ¡Y tuviste que golpearle! ¡No pudiste ignorarlo y marcharte como una persona madura!
-          ¡Lo sé, pero no es tan fácil!
-          Pensaba que eras mejor que esto, Lucas. Hablamos sobre ello. ¡Sabías que no tenías motivos para estar celoso! Pero… –dije apretando la mandíbula – tú tuviste que pegarle. ¡Y encima él estaba borracho! ¡¿Qué coño te pasa?!
Mis gritos exasperados resonaban en aquella habitación.
-          ¡Te he dicho que lo siento! – me gritó –. ¡Sé que lo hice mal pero en ese momento no pude evitarlo! Me faltó al respeto y al tuyo y…
Dejé escapar una risita irónica.
-          Hombres… Vosotros y vuestro estúpido sentido del honor – escupí las palabras –. Siempre con la necesidad de mostrar vuestra “hombría”, vuestro lado “macho” cuando solo dejáis al descubierto vuestro grado de retrogradación. De verdad no esperaba esto de ti. ¡Y me importa una mierda lo que él dijera! – le empujé con toda la fuerza que me permitía su gran cuerpo –. Él estaba borracho, tú no. Tú eres mi novio, él no. ¡Te has comportado como un maldito capullo y un idiota y un…!
Me interrumpió aprisionando mis labios contra los suyos mientras me alzaba las manos a la altura de mi cabeza cogiéndome de las muñecas y me apresaba contra la pared. Me faltaba la respiración. Conseguí sacar la fuerza suficiente para liberar bruscamente un brazo con pero él rápidamente volvió a pegarlo a la pared. Separó su boca de la mía y me clavó sus sobrenaturales y enloquecedores ojos verdes.
-          Sé que he sido un maldito capullo – sonaba más suave y serenado –. Me di cuenta en cuanto me levanté y lo vi en el suelo. Ni siquiera he podido dormir.
Intentaba aferrarme a la ira y evitar que sus palabras me derritieran por dentro. Pero tampoco ayuda el hecho de que estuviera tan peligrosamente cerca de mí.
-          Y – prosiguió – puedes continuar gritándome y haciendo que me dé cuenta de cuánto no te merezco. Pero si sales por esa puerta sin haberme besado voluntariamente ni una sola vez, no podré dormir en toda mi vida.
Oh, Dios… ¡A quién quería engañar! Tenía a mi perdición despeinada delante de mí.
La presión a mis muñecas había disminuido y deslicé mis manos hacia su cuello para acortar los milímetros que me impedían volver a besarlo.
-          Estoy, estaba y estaré siempre perdidamente enamorado de ti – me acarició la mejilla provocándome un escalofrío –. Perdóname, por favor o y-yo…
-          Cállate.
Pasé las manos por su cabello oscuro y busqué la manera de hacer que no quedara ni un mililitro de aire entre nosotros. Él respondió a mi beso con la misma ansiedad descontrolada de encontrar el contacto pleno de nuestros cuerpos. Me elevó y rodeé sus caderas con mis piernas.
-          Sigues siendo un maldito capullo – susurré entre besos y respiraciones entrecortadas –, pero te quiero.
Sin dejar que me separara de él un centímetro, me llevó hasta su habitación sin dejar de acariciarme.






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Queridísimas grandes personitas que leen,
Espero que os haya gustado el capítulo y hayáis disfrutado leyendo tanto como yo escribiéndolo. (Por cierto, realmente pienso lo del  lado retrógrado de los hombres).
Lamento decir que hoy me marcho de vacaciones, y no podré publicar en este mes. Lo lamento mucho, sé que me porto mal con los plazos de publicación, pero no sé cuándo estoy más ocupada: si en invierno o en verano. En fin, que ya me callo. Quiero que sepáis que os adoro y leo todos y cada uno de vuestros preciosos y valiosos comentarios en cuanto los escribís y sonrío y lloro emocionada, aunque algunos no los conteste hasta siglos después.

Muchas muchas muchas muchas muchas gracias por todo. Esta soñadora aspirante a escritora siempre estaré en deuda con vosotras. Cada palabra significa muchísimo para mí.
Ojalá estéis pasando un gran merecido verano,


Sara.