Cap 27 Olvidar.

Otra noche a penas sin dormir. Era lunes y el fin de semana lo había pasado entero con las chicas. Aún así no podía dejar de pensar en lo que había hecho. No estaba contenta pero supongo que era lo mejor, y no dejaba de repetírmelo. Una parte de mi ser estaba aliviada, ya que Lucas decía que él no me había dicho eso y después de conocer a Lucas te das cuenta de que él no es ningún mentiroso. Al principio admito que no le creía, pero tampoco tenía sentido que lo hubiera hecho. Pero abrí los ojos, y me di cuenta de lo que estaba haciendo. Estaba hablando con el chico al que había dejado a miles de quilómetros. Lo había dejado. ¿Entonces que hacía? ¿Por qué intentaba solucionar algo en lo que no había nada que solucionar? Me fui y no podía pretender que él estuviera un año esperándome. Podía encontrar a otra, a mi me bastó una semana para enamorarme de él, y ahora él tenía un año entero. Y además, ¿quién no se enamoraría de Lucas? También podría ser que durante los primeros meses sufriera por mi culpa como yo estaba sufriendo por él.  Hablar tan solo era como abrir la herida, una herida que tenía que cicatrizar o podría agravarse más y más. Y eso no sería bueno para ninguno de los dos. Había hecho lo correcto. Entonces, ¿por qué me sentía tan mal? Olvidarlo. Eso era lo que tenía que hacer. Olvidar. El problema es que ahora mismo me parecía la cosa más difícil, por no decir imposible, del mundo.

Alguien llamó a mi puerta interrumpiendo mis pensamientos. No esperó siquiera a que contestara y abrió la puerta. No me hizo mucha gracia ya que estaba en la cama en pijama recién levantada.  Pero ya sí que no me hizo nada de gracia al ver quién era.

-          ¡Lárgate! – Le dije a Sean tirándole un cojín mientras él aparecía por la puerta.

-          Bueno días Sean, me alegro de verte. – Dijo poniendo una voz muy aguda, intentando imitar mi voz.

-          ¿Qué quieres?

-          ¡Te has dormido atontada!

-          ¿Qué? – Cogí el reloj y era cierto. Me había pasado todo el tiempo pensando, perdida en mi mundo y me había retrasado media hora. - ¡Mierda!

Sean comenzó a reírse al ver mi agobio y yo salté de mi cama.

POV Sean

Sabía que se había quedado dormida. Que no estuviera allí para discutir por el baño lo decía todo. Me hizo mucha gracia verla coger el reloj y ver su cara al identificar la hora. Rápidamente saltó de la cama. Llevaba un pijama corto, veraniego. La camiseta era fina y de tirantes, rosa y negra. A conjunto llevaba unos pantalones negros muy cortitos, que dejaban al descubierto sus largas y sensuales piernas. Con aquel pijama, a pesar de ser bastante infantil, estaba realmente sexy.
Ella comenzó a abrir su armario cogiendo la ropa que se iba a poner precipitadamente.

-          Vete. – Dijo ella sin más.

-          Sí señora. – Dije saliendo de su cuarto.

Bajé a desayunar y cuando pasado un rato ella bajó y el timbre sonó.

-          ¿Quién es?  - contesté por el telefonillo.

-          Leah. ¿Baja Sara?

-          No, no quiere verte. ¿No ves que pasa de ti?  – Dije queriendo picarla.

-          Sean cállate y avísala por favor.

-          Si señora. – Repetí irónico. Estas chicas de hoy en día se habían convertido en sargentos.

La avisé y ella se puso al telefonillo.

-          Leah, vete sin mí. Me he dormido y supongo que llegaré tarde así que vete.

-          No me importa esperar.

-          No, mejor un castigo que dos. Vete enserio.

-          Como quieras. Nos vemos ahora.

-          Vale, adiós.

Mi hermanita de repente, dijo sonrientemente:

-          Sean, ¿por qué no la llevas tú en tu súper bici grande? Eso va muy rápido. – Dijo April exagerando la palabra “muy”.

Mi madre esbozó una sonrisa divertida y dijo:

-          Sí Sean. Compórtate como un caballero y llévala.

-          Pero mamá, yo no soy un caballero. – Dije sonriendo a mi madre.

 La verdad no me importaba llevarla, pero no lo admitiría en público. Un momento, no. “Sean Cooper no se enamora. A Sean Cooper no le gusta nadie. Ellas son las que quieren a Sean Cooper”. Esas frases me había estado repitiendo más de lo normal últimamente y me vinieron de nuevo a la mente.
Yo podía salir más tarde, ya que iba en moto a pesar de estar cerca. Así que realmente le venía perfecto que la llevara cuando acabara de desayunar.

-          No te preocupes, nos hemos dado cuenta. – Dijo Sara.

-          Muy graciosa.

-          Lo sé. – Dijo con una amplia sonrisa.

-          Así no conseguirás que te lleve.

-          No me lleves. – Me retó.

-          No lo haré.

-          Muy bien.

-          Perfecto.

-          Estupendo. – Dijo ella intentando tener la última palabra. Iba contestarle pero justo April nos interrumpió.

-          Parecéis novios. ¿Os dais… besos? – Exclamó la niña con cara de sorpresa y estupefacción total, a la vez que se ponía las manos sobre la cabeza.

Sara comenzó a reír y dijo acariciándole el pelo a mi hermana:

-          No cariño, ya le gustaría a tu hermanito. – Bromeó sacándole una sonrisa a April.

-          Claro, claro, claro… - Dije. - ¿Has terminado?

-          Sí. – Dijo Sara llevando sus cosas al fregadero. - ¿Por?

-          Una “súper bici grande” nos espera abajo.

Ella esbozó una fugaz sonrisa y cogió su mochila.
Otra vez la tenía ahí; pegada a mi espalda, abrazando mi cintura. Tan cerca pero tan lejos. Lejos sí; porque no podía enamorarme yo... justo yo. No, no estaba enamorado. Simplemente es que ella era la novedad. Exacto. Eso y ya está.
Pero es que no quería que se acabara jamás el camino al instituto.
Era corto, pero al vivir en el centro de Los Ángeles el tráfico era abundante. Estábamos parados ante un accidente.

-          Vamos a llegar tarde.

-          Lo sé. Pero sobreviviremos.

-          ¿Tú crees? – Dijo irónica.

-          Agárrate.

-          ¿Qué?

-          Tú hazlo.

Giré la moto a alta velocidad y la metí por un estrecho callejón que daba a otro para llegar al instituto.

-          ¡Sean, estás loco!

-          ¡Tranquila!

La moto circulaba por el estrecho callejón a elevada velocidad y notaba como los brazos de Sara apretaban mi cintura con fuerza. Terminé disminuyendo la velocidad al notar su temor.
Llegamos tarde. El conserje nos hizo pasar a secretaría y allí la secretaria nos dio dos partes con nuestros castigos: al salir de clase al aula de castigo.

-          ¿Otra vez? ¡No me jodas! Tengo entrenamiento. – Exclamé mientras caminaba por el pasillo con Sara para ir a clase.

-          Oye, que a mí tampoco me hace ninguna gracia tener que estar castigada contigo.

-          Pero si tú lo estabas deseando. Seguro que te has dormido a posta para quedarte castigada conmigo.

-          ¿Qué? Uff… me vas a volver loca.

-          Así que te vuelvo loca, ¿eh? – Dije arqueando las cejas y sonriendo.  – Me alegra que lo hayas admitido, por fin.

-          Eres un creído.

-          Y tú una orgullosa.

-          Y tú un prepotente.

-          Pero te encanto.

-          ¿Lo ves? Yo creo que eres tú el que está loco por mí.

-          Ya te gustaría bonita… y luego soy yo el creído.

-          Y lo eres.

Ella se metió a su clase y seguí caminando hacia la mía. Sí, aquella chica me iba a volver loco.

POV Sara

No pude concentrarme ni un segundo en aquella clase. Mi cabeza no paraba de dar vueltas y más vueltas.  Estaba castigada y me perdería el primer ensayo. Buen comienzo. Pero eso no me importaba demasiado. Las cosas hacia Sean eran extrañas. Sentía que era insoportable y que conseguía sacarme de mis casillas; pero por otra parte me sentía bien a su lado, a pesar de que fuera un orgulloso prepotente.  Luego aparecía Lucas, que tan solo con pensar en su nombre un escalofrío recorría mi cuerpo y las lágrimas comenzaban a asomarse por mis ojos. Pero tenía que olvidarlo y pondría todas mis fuerzas en conseguirlo. Aunque por ahora, tendría que pasarme una hora de castigo junto a Sean y a saber que gente más.

Entré al aula de castigo. Era pequeña y con grandes ventanas a los lados, como la mayoría de las clases. Hoy el profesor de encargado de los castigados era el profesor de biología. Intenté recordar su nombre, el señor Collingwood, y le saludé. Era un hombre mayor de pelo blanco y cejas pobladas. Obtuve como respuesta un inspirador “que sorpresa señorita, no esperaba verla a usted aquí”. Tras decir esas palabras apareció Sean por la puerta.

-          A usted, fíjese por donde, sí me esperaba verlo aquí.

-          Yo también me alegro de verle Sr Collingwood. – Dijo Sean con su habitual picardía.

Observé a la gente de aquella aula. Había tres personas sentadas.  
Uno era un chico yo diría que algo siniestro. Estaba sentado en una esquina de la última fila. Llevaba el pelo largo y negro y le cubría la cara. Su expresión no era de muchos amigos y su ropa yo diría que gótica.
 En la primera fila había una chica morena de pelo lacio muy maquillada, que seguramente estuviera castigada también por llegar bastante tarde. Se entretenía pintándose las uñas de un color rosa pastel.
Una fila más atrás, por el medio del aula, había una chica de pelo castaño con el pelo recogido en una alta coleta. Me miró con aires de superioridad. Mascaba chicle de una forma un poco basta y parecía de las típicas que pasan de todo.
Yo me dirigí a un asiento alejado de la mesa del profesor, junto a la ventana. Sean se sentó detrás. Me entretuve dibujando en un cuaderno hasta que Sean me llamó.

-          ¡Chssss! – me giré a mirar a Sean.

-          ¿Qué quieres? – le dije en voz baja.

-          Nos vamos.

-          ¿Qué?

-          Mira a Collingwood. – me giré y lo vi con los ojos cerrado. Se había dormido sentado.

-          ¿En qué estas pensando?

-          Nos vamos por la ventana.

-          ¿Estás loco?

-          No. Bueno un poco. Tú sígueme.

Sean abrió la ventana. Al ser la primera planta del edificio la altura era un par de metros y medio. Daba a los jardines traseros del instituto. El chico gótico ni siquiera miraba, ese no diría nada. Yo creo que no quería ni salir de allí porque no tenía otra cosa mejor que hacer. La chica pija de las uñas parecía que le daba igual cualquier cosa que no tuviera que ver con su manicura. Pero la chica de la coleta nos miraba. Ella se acercó y dijo:

-          Yo también salgo.

-          Como quieras pero rápido.

Ella saltó primero por la ventana agarrándose a un árbol y se fue corriendo. Sean saltó después y me dijo:

-          Vamos.

Me senté en el marco de la ventana.

-          Está muy alto.

-          Tranquila, yo te cojo.

-          Eso no es lo que se dice precisamente un consuelo.

-          Salta o el castigo se triplicará y te tocara pasar más tiempo conmigo.

Salté pero para mí estaba muy alto. Caí en los brazos de Sean. Estaba bastante fuerte como para poder sostenerme así después de una caída. Estábamos pegados el uno al otro.

-          Puedes bajarme. – Dije sonrojada.

-          Claro.

Delicadamente me dejó en el suelo. Me dispuse a andar y di un paso a atrás cuando mi torpeza salió a la luz y di un tras pies. Sean me agarró. La situación era indescriptible. Estaba yo apoyada en la pared y él agarrándome de la cintura a apenas 10 centímetros de mi cara. Os diría que mil pensamientos cruzaron mi mente en ese momento, pero no fue así. En ese momento solo podía pensar en una cosa; en él. Y en sus labios que se acercaban cada vez más y más.

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Queridas lectoras,
¡Hola a todas! Espero que hayáis pasado un buen fin de semana. Aquí os dejo el capítulo que espero que os guste mucho mucho mucho. Yo desde luego disfruto muchísimo escribiéndolos.
Publico todas las semanas, pero haber si consigo publicar antes (;
Muchas gracias como siempre por vuestro apoyo. Lo es todo para mí (: Gracias, de corazón.
Ojalá podáis concederme unos segundos y comentar (: Es lo que me da fuerza.
Os quiero mucho ♥